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Funcionamiento de la memoria


De igual forma que en una biblioteca, la memoria almacena información de forma estructurada sistemáticamente, de modo que la recuperación depende de cómo se “catalogó” o codificó la información. Así, mientras que la apariencia de los libros (tamaño y color de las cubiertas) puede ser una forma útil de catalogación, aún más útil suele ser la catalogación temática que facilitará la tarea si uno desea recuperar información basándose en su contenido. Un sistema eficiente de catalogación y recuperación de información debería ser aquel que permita acceder a la información desde muy diversas posiciones (autores, tema, año de edición...). Exactamente igual que en una biblioteca, la memoria humana necesita almacenar la información de tal forma que sea posible acceder a ella con propósitos muy variados (Baddeley, 1990). Si buscamos un libro catalogado como perteneciente al área de conocimiento de biología en la estantería de deportes es muy poco probable que lo encontremos; si tratamos de recordar qué hicimos ayer en el trabajo buscando entre nuestros recuerdos infantiles o en lo que solemos hacer cuando vamos a la playa, muy probablemente tampoco lo consigamos.
Esta idea clásica de la memoria como algo unitario, choca sin embargo con algunas de las teorías según las cuales sería más acertado hablar de memorias, dado que habría diferentes tipos de memoria que implican distintos sistemas y subsistemas, procesos, funciones y fenómenos, sustentados por diferentes substratos neurobiológicos.

Arquitectura funcional de la memoria
Los primeros modelos de memoria de los paradigmas del procesamiento de información pusieron el acento en la descripción de las estructuras que configurarían la memoria. Un ejemplo es la propuesta de Broadbent (1958) que relacionaba atención, percepción y memoria en un modelo que pretendía dar explicación a cómo atendemos a unos estímulos en detrimento de otros. Siguiendo esta propuesta, uno de los primeros modelos que recoge la multiplicidad de la memoria es el Modelo Modal de Atkinson y Shiffrin (1968) según el cual el mecanismo general de la memoria está compuesto por tres componentes básicos: una memoria sensorial por cada modalidad, una memoria a corto plazo para el mantenimiento de los datos en el presente y una memoria a largo plazo. Por ello, a estos modelos se los denomina de multialmacén.
Según el Modelo Modal la memoria está formada por estas estructuras o mecanismos dispuestos secuencialmente.
Según este modelo, el input se registra en la memoria sensorial hasta que se desvanece solo unas fracciones de segundo después y tras pasar temporalmente al almacén a corto plazo, donde únicamente se mantendrá durante unos segundos una cantidad limitada de información, para trasvasarse al almacén a largo plazo de capacidad y persistencia ilimitadas. En la memoria a largo plazo la información permanecerá inactiva, y solo se activará temporalmente en función de las demandas de una tarea, de nuevo en la memoria a corto plazo. Así pues, la memoria a corto plazo desempañaría las funciones de una central operativa que recibe inputs tanto del exterior como del almacén a largo plazo.
El Modelo Modal, sin embargo pronto se mostró insuficiente para explicar algunas evidencias. El artículo de Craik y Lockhart, publicado en 1972, sobre niveles de procesamiento vendría a ponerlo de manifiesto definitivamente. Este trabajo señalaba que cuanto más profundamente se procesa un ítem,  mejor será recordado. Por lo tanto, la información procesada en el nivel sensorial dará lugar a huellas de memoria de vida relativamente corta, la procesada fonológicamente a huellas algo más duraderas, y la procesada conceptualmente a las huellas más perdurables. A partir de aquí el interés por los modelos estructurales decae, mientras que crece por los procesos, fundamentalmente  de codificación.
Años más tarde Broadbent (1984) propone el Modelo de Cruz de Malta, que contempla cuatro estructuras de almacenamiento: un almacén sensorial, una memoria de trabajo abstracta, un almacén asociativo a largo plazo y un almacén de salidas motoras. Cada una de estas estructuras estaría interconectada mediante un sistema de procesamiento cuya función consistiría en transferir la información de un almacén a otro. Las principales diferencias de este modelo con el modelo modal son (Ruiz-Vargas, 1991): a) en el modelo cruz de malta de Broadbent el sistema no depende de un estímulo que inicie el procesamiento; b) el procesamiento de la información no solo se realiza de abajo-arriba guiado por los datos, sino que puede realizarse en cualquier dirección de unos almacenes a otros; c) se posiciona en contra de los modelos estrictamente procesuales; y d) propone una comunicación fluida entre las representaciones sin las limitaciones de los modelos lineales. Sin embargo, aun teniendo algunas ventajas respecto al modelo modal de Atkinson y Shiffrin (1968), el nuevo modelo de Broadbent (1984) no está exento de críticas, ya que por ejemplo no define con precisión la naturaleza y funciones del sistema de procesamiento, carece de restricciones sobre cómo una información puede ser transferida de un almacén a otro, y considera la memoria de trabajo abstracta como un almacén pasivo y totalmente separada del almacén a largo plazo.

Por ello, Cowan (1988) propondrá un modelo más que trate de resolver los problemas anteriores. La principal novedad del modelo de Cowan es la propuesta de un ejecutivo central que dirigirá la atención y controlará el procesamiento voluntario.
Como se puede apreciar, el modelo de Cowan incorpora algunos conceptos nuevos basados en las investigaciones de la época que distinguen entre distintos tipos de procesamiento (automáticos y controlados) donde la atención juega un papel fundamental y cada vez se postula con más fuerza la existencia de distintos sistemas de memoria, mientras que conserva las estructuras de los modelos multialmacén, aunque con la característica de que la dimensión temporal pierde peso en favor del tipo de procesamiento.

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Manzanero, A.L. (2008): Aspectos básicos de la memoria. En A.L. Manzanero, Psicología del Testimonio (pág. 27-45). Madrid: Ed. Pirámide.