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Pasar 3 días inmerso en el congreso anual de la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia –la sociedad científica más grande del mundo y que publica la revista Science- es como visitar un buffet libre de ciencia exquisita. Con la diferencia que por muchos cerebros que devores no logra saciarte y terminas con más hambre de conocimiento del que empezaste.
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Esta aparente falta de grandes titulares hace las sesiones menos noticiables ante los medios. Pero en absoluto menos interesantes. Por eso atrae a más de 1.000 comunicadores científicos, de los que buscan ideas y comprensión más allá de las “noticias” que publican cada semana Science o Nature. Es gozo, alimento e inspiración.
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Abrumado al ver el programa, constatando que el saber quizás no ocupa lugar pero sí tiempo, decides una vez más rascar donde no pica y deslizarte por el congreso sin presiones guiado únicamente por tu curiosidad e instinto de ladrón de cerebros. Acumulas ideas y conversaciones como para rellenar 3 apasionantes meses de posts en caso de tener tiempo y un mínimo apoyo. Como omnívoro de la ciencia, a ti te apasiona todo. Sabes que tus lectores son más diversos, y no te decides por dónde empezar. Priorizas la emoción, y escoges el momento más emotivo del congreso.
Tus recuerdos pueden ser implantados
Elisabeth Loftus subió al escenario a recoger el “Premio a la libertad y responsabilidad científica” por el impacto de sus estudios en memoria humana.
Pero como cualquier deportista que tras enormes sacrificios logre ganar un anhelado título, o músico que recibe la ovación de un público entregado, actriz cuyos compañeros le otorgan un sentido premio, maestra voluntariosa que es felicitada por sus exalumnos, o escritor que recibe cariñosos mensajes anónimos por su obra, Elisabeth Loftus irrumpió a llorar delante de sus colegas científicos al constatar que las largas horas pasadas diseñando estudios, contrastando datos, y sacrificando hipótesis, finalmente habían contribuido a mejorar un poquito la sociedad. Al fin y al cabo; ésta es la principal motivación que mueve a la inmensa mayoría de científicos vocacionales. La sala se puso de pie.
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De hecho, de los más de 250 casos de prisioneros que han sido liberados tras demostrarse por análisis de ADN que eran inocentes, se ha visto que la mayor parte habían sido inicialmente imputados por la declaración basada en “falsas memorias” de un testigo ocular. La Dr. Loftus ha testificado en más de 200 juicios, y no sin cierta controversia, en algunos estados testigos oculares han sido desestimados cuando se sospechaba de una memoria implantada y no había otras evidencias para corroborarlo.
El “Síndrome de Falsa Memoria” desarrollado por esta actual catedrática de ecología social y ciencia cognitiva de la Universidad de California-Irvine, también ha generado polémica entre psicoterapeutas. Según sus trabajos, abusos, experiencias traumáticas, y muchos de los recuerdos “revividos” durante sesiones de psicoterapia pueden no corresponder a memorias reprimidas, sino haber sido implantados a posteriori. Incluso inducidos por el terapeuta. A partir de el “síndrome de falsa memoria” algunos psicólogos han llegado a declarar “muerta” a la terapia regresiva.
Elisabeth Loftus lleva 40 años investigando la memoria humana y constatando lo manipulable que es por el estado emocional que nos induzcan, la manera en que se intente recordar, o hasta fotografías amañadas. Es considerada uno de los 100 psicólogos más influyentes del siglo XX, y es la mujer con ranking más alto de la lista. Representa uno de los muchos ejemplos de cómo la ciencia cognitiva, la biología, la astrofísica, o la química va cambiando la manera cómo nos percibimos a nosotros mismos, y generando avances en la sociedad. Seguiremos explorando los próximos días desde Boston, Yale, y Nueva York, y retomando ideas pescadas durante el congreso de la AAAS.