Durante el sueño se fortalecen las memorias duraderas y se produce una reorganización de las conexiones que las guardan para formar nuevos recuerdos
Daniel Mediavilla
1 JUN 2015
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Daniel Mediavilla
1 JUN 2015
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Dormir es necesario para producir memorias duraderas. Un siglo de estudio sobre la materia lo ha dejado claro. Sin embargo, no se sabe bien cómo funciona ese mecanismo. Al principio se creía que la función del sueño era pasiva, apagando los sentidos para que los estímulos externos no interfiriesen con la formación de recuerdos. En los últimos años, sin embargo, se ha descubierto que las horas en la cama se desarrollan procesos que fijan las memorias.
Respecto al mecanismo, hay teorías en ocasiones contrapuestas. Una de ellas dice que el sueño debilita parte de las sinapsis, las conexiones entre células nerviosas que ayudan a conservar los recuerdos. En esta línea, un estudio reciente sostenía que olvidar lo accesorio es necesario para recordar lo importante, como a veces es necesario tirar muchos papeles para poder encontrar con más facilidad los documentos relevantes. Dormir serviría, según esta hipótesis, para olvidarlo casi todo dejando solo las memorias fijadas en las sinapsis más fuertes.
Un planteamiento alternativo propone un proceso combinado en el que algunas conexiones se debilitan y otras se refuerzan, estas últimas a través de lo que se conoce como potenciación a largo plazo (LTP), una intensificación duradera de las señales entre dos neuronas producida cuando ambas se estimulan a la vez.
“El estudio indica que ciclos completos de sueño, incluyendo la fase REM, desencadenan la potenciación a largo plazo durante el sueño, produciendo la reestructuración y el fortalecimiento de memorias duraderas”, afirma Sidarta Ribeiro, investigador de la UFRN y coautor del artículo. Este tipo de resultados sustentan la idea de que “siestas que superen los 90 minutos de un ciclo completo de sueño serían la mejor opción”, según Ribeiro, para fortalecer las memorias recién adquiridas. Ante la idea de crear un medicamento que produzca beneficios similares al sueño, reconoce que aunque se han identificado algunas proteínas esenciales en los procesos de consolidación de memorias, “no está claro cómo incrementar esos niveles”.
Otros trabajos con ratones han mostrado que durante el sueño se producen cambios físicos relacionados con la formación de memorias. Un equipo liderado por Wen-Biao Gan, de la Universidad de Nueva York, publicó hace poco en la revista Science cómo el aprendizaje de una nueva tarea llevaba, siempre que el animal se durmiese a continuación, a la formación de nuevas espinas dendríticas, unas estructuras en los extremos de las neuronas que sirven para que estas se transmitan señales eléctricas entre ellas. Cuando los ratones no dormían, las estructuras asociadas al aprendizaje no se formaban.
Muchas investigaciones tratan ahora de dirimir la discusión sobre cuál es el papel de cada fase del sueño, desde la REM, en la que soñamos con más intensidad, hasta la más profunda, en la formación de memorias y, en general, sobre el aprendizaje. Sin embargo, existe un consenso en que, mientras dormimos, en nuestro cerebro suceden muchas cosas importantes y que el sueño no es, ni mucho menos, tiempo perdido.
Pese a que las imágenes no existen, el 54% de los participantes en el estudio que reconocieron haber dormido menos de cinco horas la noche anterior del suceso aseguraron haberlas visto. Entre los que habían dormido más, solo el 33% tenía estos falsos recuerdos.
En una continuación del experimento, los investigadores pidieron a los voluntarios que escribiesen un diario con las horas que habían dormido y otras características sobre la calidad de su sueño durante una semana. Después de ese tiempo, se les mostró imágenes sobre el desarrollo de un crimen. A continuación, se les leyó un relato de los hechos incluyendo detalles falsos. Finalmente, observaron que un 18% de los participantes en el estudio que habían dormido menos de cinco horas incorporaron detalles falsos mientras que entre los que habían descansado bien lo hizo un 13%.
Una siesta de más de 90 minutos ayuda a consolidar recuerdos / epSos.de |
Un planteamiento alternativo propone un proceso combinado en el que algunas conexiones se debilitan y otras se refuerzan, estas últimas a través de lo que se conoce como potenciación a largo plazo (LTP), una intensificación duradera de las señales entre dos neuronas producida cuando ambas se estimulan a la vez.
Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad Federal de Río Grande del Norte (UFRN), en Brasil, ha tratado de estudiar los dos planteamientos midiendo en ratas los niveles de una proteína relacionada con la potenciación a largo plazo durante el sueño. Después, utilizaron esos datos para construir modelos informáticos para observar cómo se forman las conexiones entre neuronas durante el reposo.
Sus resultados, publicados esta semana en la revista PLOS Computational Biology, sugieren que la LTP no solo refuerza algunas de esas conexiones durante el sueño sino que también las reorganiza favoreciendo la aparición de nuevas memorias. Según los autores, este mecanismo muestra que las dos teorías sobre el papel del sueño en la formación de memorias a largo plazo no son excluyentes sino que son distintas etapas en la consolidación de los recuerdos.“El estudio indica que ciclos completos de sueño, incluyendo la fase REM, desencadenan la potenciación a largo plazo durante el sueño, produciendo la reestructuración y el fortalecimiento de memorias duraderas”, afirma Sidarta Ribeiro, investigador de la UFRN y coautor del artículo. Este tipo de resultados sustentan la idea de que “siestas que superen los 90 minutos de un ciclo completo de sueño serían la mejor opción”, según Ribeiro, para fortalecer las memorias recién adquiridas. Ante la idea de crear un medicamento que produzca beneficios similares al sueño, reconoce que aunque se han identificado algunas proteínas esenciales en los procesos de consolidación de memorias, “no está claro cómo incrementar esos niveles”.
Otros trabajos con ratones han mostrado que durante el sueño se producen cambios físicos relacionados con la formación de memorias. Un equipo liderado por Wen-Biao Gan, de la Universidad de Nueva York, publicó hace poco en la revista Science cómo el aprendizaje de una nueva tarea llevaba, siempre que el animal se durmiese a continuación, a la formación de nuevas espinas dendríticas, unas estructuras en los extremos de las neuronas que sirven para que estas se transmitan señales eléctricas entre ellas. Cuando los ratones no dormían, las estructuras asociadas al aprendizaje no se formaban.
Muchas investigaciones tratan ahora de dirimir la discusión sobre cuál es el papel de cada fase del sueño, desde la REM, en la que soñamos con más intensidad, hasta la más profunda, en la formación de memorias y, en general, sobre el aprendizaje. Sin embargo, existe un consenso en que, mientras dormimos, en nuestro cerebro suceden muchas cosas importantes y que el sueño no es, ni mucho menos, tiempo perdido.
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La falta de sueño favorece la aparición de falsos recuerdos
Además de mostrar la importancia del sueño en el aprendizaje y la formación de memorias, los científicos han observado también que no dormir no solo perjudica el recuerdo sino que también favorece la aparición de memorias falsas. En un estudio aparecido en la revista Psychological Science, un grupo de investigadores de EEUU preguntó a un grupo de 193 participantes por sus recuerdos sobre las imágenes del vuelo 93 de United Airlines estrellándose en Pensilvania durante los atentados del 11-S.Pese a que las imágenes no existen, el 54% de los participantes en el estudio que reconocieron haber dormido menos de cinco horas la noche anterior del suceso aseguraron haberlas visto. Entre los que habían dormido más, solo el 33% tenía estos falsos recuerdos.
En una continuación del experimento, los investigadores pidieron a los voluntarios que escribiesen un diario con las horas que habían dormido y otras características sobre la calidad de su sueño durante una semana. Después de ese tiempo, se les mostró imágenes sobre el desarrollo de un crimen. A continuación, se les leyó un relato de los hechos incluyendo detalles falsos. Finalmente, observaron que un 18% de los participantes en el estudio que habían dormido menos de cinco horas incorporaron detalles falsos mientras que entre los que habían descansado bien lo hizo un 13%.