Un estudio identifica el proceso por el que el cerebro elige lo que va a recordar y elimina las memorias que pueden dificultar su recuperación
Daniel Mediavilla
17/03/2015
El escritor Ray Loriga decía en Tokio ya no nos quiere algo
que los científicos llevan tiempo advirtiendo: “La memoria es el perro
más tonto, le tiras un palo y te devuelve cualquier cosa”. Para
desilusión de muchos, numerosos estudios han mostrado
que nuestras memorias están manipuladas y que es posible incluso que
los momentos más emotivos de nuestra vida, como el nacimiento de un hijo
o el encuentro con un gran amor, no sucedieran como los recordamos. El
cerebro no funciona como una grabadora fidedigna de los hechos. Como el
perro tonto o caprichoso, recupera lo que quiere y, aparentemente, no lo
que se le pide.
En los últimos años, en su esfuerzo por comprender los mecanismos de la memoria, la neurociencia ha descubierto
algo que puede resultar sorprendente: en el camino hasta el lugar donde
podemos recuperarlos, "los recuerdos provocan el olvido". La memoria
funciona por asociación y cuando se trata de recuperar un recuerdo es
posible que nuestro cerebro tenga que elegir entre varias memorias
relacionadas que compiten entre ellas. Si uno intenta recordar un
partido de fútbol, por ejemplo, habrá otros partidos que el cerebro
deberá descartar para llegar a la información deseada. Algo similar
sucede con las contraseñas de algunos bancos, que, por razones de
seguridad, se tienen que cambiar cada pocos meses. Aunque inicialmente
solo se ha de recordar una contraseña, poco a poco se solapan las viejas
con las nuevas. Esto hace que en un principio, como si fuese un
ordenador atestado de datos que tiene que trillar, el cerebro necesite
gastar mucha energía para elegir la memoria adecuada. Sin embargo, una
vez que se seleccionan las memorias relevantes y se suprimen las que no
lo son, los recursos necesarios para volver a recuperar una memoria son
mucho menores.
Esta semana, un equipo de investigadores de las universidades británicas de Birmingham y Cambridge ha logrado aislar los mecanismos del olvido que facilitan el recuerdo en el cerebro humano. Para lograrlo, los científicos, que han publicado su trabajo en la revista Nature Neuroscience, utilizaron un sistema de imagen por resonancia magnética (MRI) para medir la actividad cerebral cuando a un grupo de voluntarios se les pedía que recordasen memorias concretas basadas en imágenes que les habían mostrado con anterioridad. Con esta técnica fueron capaces de conocer a nivel neuronal el destino de las memorias que finalmente resultarían borradas.
En un comunicado de la Universidad de Birmingham, Maria Wimber, coautora del trabajo, consideraba que estos hallazgos "tienen importancia para cualquier cosa que dependa de la memoria". "Un buen ejemplo son los testimonios de los testigos. Cuando se pregunta a un testigo que recuerde una información específica sobre un suceso, y se les pregunta una y otra vez, se podrían estar deteriorando las memorias asociadas dando la impresión de que una memoria es incompleta", afirma. "En realidad, la evocación repetida les está haciendo olvidar los detalles", concluye.
Anderson menciona también que este tipo de estudios puede enseñarnos cuáles son los procesos detrás de la memoria selectiva que hace que recordemos lo que nos conviene o incluso sobre el autoengaño. Al fin y al cabo, es posible que el perro de la memoria no sea tan tonto y, en realidad, traiga cualquier cosa y no el palo que lanzamos porque es lo que en el fondo queríamos recuperar.
Incluso los recuerdos más emotivos pueden no ser reales |
Esta semana, un equipo de investigadores de las universidades británicas de Birmingham y Cambridge ha logrado aislar los mecanismos del olvido que facilitan el recuerdo en el cerebro humano. Para lograrlo, los científicos, que han publicado su trabajo en la revista Nature Neuroscience, utilizaron un sistema de imagen por resonancia magnética (MRI) para medir la actividad cerebral cuando a un grupo de voluntarios se les pedía que recordasen memorias concretas basadas en imágenes que les habían mostrado con anterioridad. Con esta técnica fueron capaces de conocer a nivel neuronal el destino de las memorias que finalmente resultarían borradas.
Recordar hace olvidar
Durante cuatro rondas en las que se pidió a los voluntarios que recuperasen una memoria concreta, se observó cómo esa memoria se volvía cada vez más vívida mientras otras que podrían competir con ella se iban desvaneciendo. Michael Anderson, investigador de la Universidad de Cambridge y coautor del estudio, reseña que “aunque la gente piensa que el olvido es algo que sucede sin querer, esta investigación muestra que la gente tiene un papel más relevante de lo que piensa a la hora de decidir qué van a recordar”.En un comunicado de la Universidad de Birmingham, Maria Wimber, coautora del trabajo, consideraba que estos hallazgos "tienen importancia para cualquier cosa que dependa de la memoria". "Un buen ejemplo son los testimonios de los testigos. Cuando se pregunta a un testigo que recuerde una información específica sobre un suceso, y se les pregunta una y otra vez, se podrían estar deteriorando las memorias asociadas dando la impresión de que una memoria es incompleta", afirma. "En realidad, la evocación repetida les está haciendo olvidar los detalles", concluye.
Anderson menciona también que este tipo de estudios puede enseñarnos cuáles son los procesos detrás de la memoria selectiva que hace que recordemos lo que nos conviene o incluso sobre el autoengaño. Al fin y al cabo, es posible que el perro de la memoria no sea tan tonto y, en realidad, traiga cualquier cosa y no el palo que lanzamos porque es lo que en el fondo queríamos recuperar.